Tl presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, voló el jueves 7 de abril a Marruecos para celebrar una futuro (Marroquí iftar) con el rey Mohamed VI, y sellar así una reconciliación con su vecino del sur. Es más que probable que el Harirala sopa tradicional que comen los marroquíes para romper el ayuno, debió tener un sabor amargo para el líder español.
Unas horas antes de volar a Rabat, el Congreso de los Diputados votó una “Proposición no de ley”, una moción no legislativa no vinculante española que reprocha duramente al presidente su revocación en el conflicto del Sáhara Occidental.
Solo 118 diputados del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) de Sánchez votaron en contra de la moción. El resto, un total de 168 diputados, algunos de los cuales forman parte de la coalición de gobierno o apoyan al gobierno sin participar en él, y los diputados del Partido Popular, de derecha conservadora, votaron a favor de la moción. Otros 61 diputados se abstuvieron, en representación del ultraderechista Vox y de los centroliberales Ciudadanos (Ciudadanos).
A excepción de los socialistas, todos querían expresar su disconformidad, cuando no enfado, con el presidente por romper un consenso de 46 años, respetado por todos los ejecutivos españoles —derecha, centro e izquierda— desde la muerte del general Franco. .
Como antigua potencia colonial que todavía es considerada por la ONU como la potencia administrativa del Sáhara Occidental (siendo Marruecos una potencia de facto), España estaba ligada a una cierta llamada neutralidad activa. No se suponía que se inclinara ni por Marruecos ni por los independentistas del Frente Polisario. Sin embargo, en una carta al Rey de Marruecos, Sánchez afirmó que estaba a favor de la propuesta marroquí de autonomía ofrecida a los saharauis en 2007, calificándola de “la más seria, realista y creíble”, dinamitando así este viejo y muy delicado equilibrio.
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